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Hablamos con Marta Comín, autora del libro Mi arbolito de Navidad
¿Cómo nació el libro Mi arbolito de Navidad?
La Navidad es un período de tiempo muy sugerente. Yo nunca había trabajado este tema en ninguno de mis libros y tenía muchas ganas. Si te paras a pensar, el árbol es un elemento que aglutina en sí mismo toda la Navidad: la nieve, las luces, los regalos… Pensé entonces hablar de la Navidad a través de un árbol, un árbol que fuese un personaje. Dibujando apareció este narigón sonriente y me enamoré de él. Normalmente la portada es lo último que se diseña cuando haces un libro, pero en este caso fue lo primero.
Es un libro-objeto, con solapas y dices que “da abrazos de 360º”. ¿Cómo esperas que sea leído o manipulado?
Como libro se puede leer de forma lineal, página a página, e ir descubriendo una faceta nueva del arbolito. El texto acompaña el descubrimiento casi como una adivinanza. ¿Qué es dulce como una galleta y brillante como un cielo estrellado? Mi arbolito. Es bonito nombrar las virtudes: dulce, amable, elegante, etc. Y también reconocer y nombrar las formas, los colores, los objetos.
Como objeto, el arbolito toma cuerpo y espacio, pone los pies en el suelo y se despliega casi como una guirnalda, como una estrella. Me encantaría que jugasen con él, que lo manipularan a sus anchas, mordiéndolo si hace falta, que recorran sus formas con el dedo, que lo miren por arriba, por debajo, que lo cierren y lo abran con sorpresa y que pase a ser un elemento que acompañe sus juegos.
¿En qué te has inspirado para crear Mi arbolito de Navidad?
La fuente de inspiración fue la propia Navidad. En Occidente las fiestas navideñas tienen un imaginario muy rico en el que conviven las luces, el acebo, los dulces, los muñecos de nieve, los renos, las guirnaldas, las estrellas, los lazos, los calcetines o los cascabeles. Para el proyecto quise acercar ese universo al mundo de la primera infancia personificando el abeto. Esta nueva forma de mirar al árbol, como un personaje lleno de vida que acompaña los encuentros y las reuniones, me hizo darme cuenta de lo mágico, acogedor y generoso que es.
¿Tienes algún recuerdo especial de la Navidad? ¿Alguna anécdota con el árbol?
Montar el árbol era mi actividad favorita. Supongo que la Navidad empezaba ahí, cuando tus padres sacaban del garaje la caja del árbol y el belén. Ese era el pistoletazo de salida y en mi casa solía ocurrir a principios de diciembre. Ponerlo era divertido y colocar las luces al final resultaba emocionante. Mi casa era un lugar, digamos, con un ambiente poco artístico. La decoración era bastante parca y austera, y las actividades “creativas” en familia directamente no existían. Así que cuando el árbol ocupaba el salón, todo cambiaba. Para mi hermana y para mí se abría un rincón muy cálido, un espacio para la fantasía y la ensoñación que duraba tres o cuatro semanas.
Has elaborado la felicitación de Navidad de Combel, ¿qué querías transmitir? El arbolito se convierte… en algo muy simbólico!
Bueno, aquí el mérito de la idea no es mío. Fue una compañera de Combel quien vio la relación entre el árbol desplegado y la estrella de Navidad. Me llamó para contármelo y me preguntó si era una locura. Yo le dije “No, no, es una idea genial. ¡Vamos a darle forma!”. Creo que es una idea preciosa, y me hace feliz que ella hiciese esa prolongación tridimensional de la lectura. Dulce como una galleta, amable como una sonrisa, brillante como un cielo estrellado, alegre como un cascabel, elegante como una reina, espléndido como un tesoro, y ahora sí, mágico como la estrella de Belén. ¡Mi arbolito!
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